martes, 18 de septiembre de 2007

LA MURCIÉLAGA, Galería Loreto Arenas, Buenos Aires, 2006.



Galería Loreto Arenas, Buenos Aires, 2006.

Retratos de la “Murciélaga”
por Rodrigo Alonso

La muestra de Dany Barreto en Loreto Arenas gira alrededor de un leit-motive inusual: la imagen de su perra. Transfigurada en monumentos, siluetas y retratos, La Murciélaga (tal su nombre) da vida a un conjunto de pinturas, objetos y telas intervenidas, que toman como punto de partida un perfil invariable del animal.
Sobre la base de ese modelo, Barreto despliega una batería de recursos formales e iconográficos que el propio artista ha categorizado en tres grandes grupos: los “interiores”, donde el contorno canino da paso a un grupo de interiores domésticos; los “monumentos”, donde la figura de La Murciélaga adquiere una imponencia estatuaria; y las “apariciones”, donde la silueta del animal permite que se manifiesten las huellas de tapizados y pinturas anónimas sepultadas en capas de esmalte sintético. Entre el pequeño y el gran formato, entre el objeto y la instalación, el artista construye un universo personal, extrovertido y a la vez íntimo, pleno de color, jubiloso y afectivo.


"Monumentos I", acrílico, 90cm x 120cm, 2006.



"Apariciones I", esmalte sintético sobre obra anónima, 57cm x 77cm, 2006.


"Interiores I", acrílico y esmalte sintético, 92cm x 122cm, 2006.


"Interiores II", acrílico y esmalte sintético, 92cmcm x 122cm, 2006.


"La Murciélaga", Galería Loreto Arenas, 2006.



"La Murciélaga", Galería Loreto Arenas, 2006.



"La Murciélaga", Galería Loreto Arenas, 2006.

Persigo al mito como forma de enriquecimiento vital, tiendo a otorgarles a las criaturas que represento los poderes y formas necesarios para alcanzar tal condición. Quedan así dotadas con la capacidad de actuar sobre aquellas situaciones que lo requieren, al modo de los santos y de los superhéroes.
Situar a La Murciélaga bajo este foco, asumiendo tal protagonismo, significa para mí un viraje, la emergencia de una indagación interior cuya deriva resulta en la composición de una iconografía acaso más personal. La imaginería devocional a la que aludió mi obra en anteriores etapas mutó hasta alcanzar
un estadio que admite la entronización de la imagen solar (¡pese a su nombre!) de mi querida y real perra cumpliendo con nuevos y míticos roles.

Durante esta búsqueda, sin dudas me acompañaron imágenes del archivo de retina que uno lleva consigo, listo a segregar su contenido ante nuestra mirada interna dado el estímulo adecuado; reflejos de seres perrunos y míticos que descubrí que me acompañan. Y son imágenes que pasean sin correa.
Evoco en especial a la estatuaria egipcia, con sus representaciones grandiosas y la presencia del provocativo Seth. Evidente es tal inspiración en las representaciones de los "Monumentos" que se hamacan entre la perduración y la metamorfosis que los torna inasibles.
También el arte precolombino crió a seres polimórficos y camaleónicos, aunque de pétrea contundencia cánida. Los perros de Fo, por su parte, acaso señalan un grado de sujeción de lo feroz hacia el orden humano. Podría ésta ser una característica que comparten con La Murciélaga, fiel compañera. Éstos cambiaron su morada de los templos y palacios búdicos de la China que no conozco, a los livings en los que me resulta más frecuente encontrarlos.

La Murciélaga es un animal de los que llamamos "callejeros". Adoptarnos el uno al otro resultó un encuentro en el devenir de lo infinito. Puede que éste pensamiento estuviese presente cuando realicé las "Apariciones", una etapa de la muestra compuesta por apropiaciones de pinturas y tapices anónimos y rescatados del polvo de olvidados depósitos. Sobre ellas pinté enmarcando, a modo de un stencil "invertido" (arte también de origen callejero), la imagen insignia de mi perra; al modo de ella, quizá los cuadros esperaban también la oportunidad de un rescate y una resignificación, de un viraje en la rueda de su destino.

Los "Interiores" tapizados de retratos me permitieron entreabrir una puerta acaso para sospechar quiénes pudieron ser sus dueños anteriores, o también para imaginar que éstas personas precisan ser protegidas por ella, al modo de lo que sucede en un conocido y real altar porteño de estética fascinante.

El tema tiene su fuga en la desproporción; de la cucha instalada en el espacio diseñado para exhibir arte, o del afecto que éstos seres, los perros, son capaces de darnos. Superiores a nosotros en ése plano, sólo nos queda el reconocimiento y su reflejo en éstas obras transformistas. Y cito a Lord Byron, quien dedicara a su perro Botswain este epitafio enternecedor: "Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos".

Dany Barreto

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